En Cuba, el envejecimiento demográfico es un fenómeno patente, documentado por numerosas estadísticas; estudios que alimentan iniciativas y ajustes de políticas públicas, especialmente en el campo de la salud; y una gran cantidad de comentarios, artículos periodísticos, imágenes, y reportajes. El envejecimiento también ha sido estudiado desde las ciencias sociales desde hace muchos años, desde varias perspectivas: salud, actividad, psicología, relaciones, ingresos, género, sexualidad, ciudadanía, etc.. De hecho, la esperanza de vida promedio ha aumentado considerablemente desde el advenimiento de la Revolución, gracias a los avances en el campo de salud y en las condiciones de vida 1. La estructura de la población está cambiando: la proporción estadística de las personas mayores en la población cubana está aumentando, mientras que la de los niños está disminuyendo debido a una disminución significativa en la fertilidad 2 y, estructuralmente, en el número de mujeres en edad de procrear 3. Además, la emigración cubana de personas en edad de trabajar se mantiene en niveles altos 4. Por lo tanto, la edad mediana está aumentando 5. El envejecimiento pues aparece como un fenómeno de doble cara: por un lado, una conquista y un éxito de gran valor, por el otro, una carga y un costo significativo. El propósito de esta contribución es reflexionar sobre este proceso de envejecimiento en términos de temporalidades, en sus diversas dimensiones sociales entrelazadas. Mi propuesta es que el envejecimiento es un factor que refuerza los mecanismos de heterogeneización y desincronización que operan en la sociedad cubana y, por lo tanto, las desigualdades de género, sociales y territoriales.