La caza no es tan sólo un medio de subsistencia; terminemos con el paradigma formalista. Antes que eso y aún más significativo, es una forma específica de establecer relaciones entre especies distintas, incluso de individuos y colectivos dentro de una misma especie -casos como la caza de brujas, de esclavos o indígenas son habituales en los humanos. La caza puede ser entendida entonces como una estrategia para crear una relación con otro ser -idéntico o distinto- fundada en la imposición de fuerza y voluntad de un agente sobre el otro para incorporarlo en su propia realidad social, sea como alimento, materia prima, mano de obra, entretención, competencia, un elemento simbólico o una combinación de varias de estas alternativas. La sociedad que habitó el litoral de Atacama en tiempos preeuropeos vivió, en términos de Marshal Sahlins (1974), en completa opulencia y abundancia de recursos. Es más, intensificaron su producción de pescado a niveles excedentarios para intercambiarlo con poblaciones del interior del desierto. En este escenario, su acercamiento hacia algunos animales marinos no dependió de una necesidad de subsistencia o de una carencia alimenticia, sino más bien de un proceso de creación de vínculos especiales y distintivos con ciertas especies marinas por sobre otras, como tiburones, albacoras, marlines, ballenas, delfines, marsopas, lobos marinos y tortugas, para integrarlas en su construcción cultural y ordenar su propia realidad social. Estas relaciones fueron posibles únicamente a través de la implementación de ciertos mecanismos sociales, como por ejemplo las mitologías, las historias orales, los sistemas de clasificación, los dispositivos técnicos y las obras visuales. En el litoral de Atacama la cultura material de la caza marina se compuso de un campo limitado de expresiones. Por un lado, estaban los medios técnicos usados en la construcción de la relación, tanto para adentrarse al hábitat de los animales como para capturarlos y controlarlos. Las soluciones escogidas fueron una embarcación diseñada con dos flotadores hechos de cueros de lobo marino, junto a un sofisticado dispositivo de arponaje ideado para apresar y arrastrar hasta la orilla al animal. También destacan sus obras visuales sobre los animales marinos, especialmente expresiones de arte rupestre pintado y grabado, además de figurillas modeladas en miniatura. Finalmente, el cuerpo de estos animales fue empleado para el diseño y manufactura de una gama importante de objetos, así como para la ofrenda a los difuntos en los cementerios, material de construcción arquitectónico, insumo en sus instalaciones monumentales o en las basuras de sus sitios domésticos. El foco de esta presentación es flexionar en torno a la cultura material de la caza marina en Atacama para intentar reconstruir las diversas formas, lógicas, estrategias, soportes y expresiones en las que las relaciones interespecie se creaban y actuaban. Será sin dudas un ejercicio aproximativo y general que atravesará el tiempo y el litoral, buscando, sin embargo, quebrar con la idea formalista de la caza y la visión instrumental de los animales marinos.