Julio Camba, ¿ensayista?
Résumé
Julio Camba pedía a sus lectores que fueran “indulgentes” con sus crónicas periodísticas, que él
mismo calificaba de “tonterías”. Quizá por esta razón, y por su apoyo al golpe franquista, la crítica
no había prestado demasiado atención al “solitario del Palace” (como le llamó González Ruano)
hasta hace relativamente pocos años. Sin embargo, en los últimos tiempos no deja de reeditarse y
de estudiarse una obra que está demostrando ser más compleja de lo que su propio autor
reconocía. Tras la apariencia frívola y escueta de sus artículos periodísticos (el género al que
Camba dedicó casi la totalidad de su talento literario), podemos encontrar reflexiones profundas o,
al menos, chispazos de brillantez, así como un rechazo declarado a los tópicos. Siguiendo la estela
de Montaigne, a quien Camba llamaba “maestro”, sus crónicas respetan, para quien las lea
atentamente, a los cánones del “cuarto género”, alternando entre el apunte autobiográfico, la
observación de buen sentido y una cierta erudición a menudo disimulada. De ahí que uno de sus
libros recopilatorios de textos para la prensa, La ciudad automática (que relata las impresiones de
su último viaje a Nueva York) llegue a tener la coherencia de un ensayo.
Nos proponemos aquí legitimar la lectura de estos escritos de Camba como auténticos ensayos
breves (o incluso microensayos) que el autor ponía a disposición de los lectores de la prensa
cotidiana, al tiempo que respetaba las reglas de la crónica supuestamente “de entretenimiento”.
Esto nos permitirá estudiar también la porosidad del ensayo como forma breve esencial, capaz de
una movilidad que trasciende los géneros al tiempo que sigue siendo fiel a sí misma.