En la mayoría de los casos la expansión de la frontera está relacionada con procesos políticos concernientes a la definición de límites nacionales, así como a procesos económicos movidos por agentes que operan también en la escala nacional. La ocupación de la Amazonia brasileña a finales del siglo XIX, al contrario, tuvo muy poco que ver con esto, reflejando en sus formas y ritmos de acción los intereses de los centros financieros que dominan la economía mundial. El exterminio, el trabajo obligatorio y el desplazamiento forzado de pueblos y comunidades indígenas no estaban integrados con estrategias geopolíticas ni beneficiaron a los agentes económicos nacionales. La crisis del caucho evitó una destrucción más completa de la población autóctona. Siete décadas después los indígenas se movilizan para recuperar sus territorios tradicionales, que en general identifican como las tierras que ocupaban antes de la llegada de los caucheros (“seringalistas”). En este contexto, el objetivo de preservación del bosque y del clima, delineada por organismos de cooperación internacional y agencias multilaterales, viene a ser un poderoso aliado para el establecimiento de un nuevo tipo de frontera.