Los lobos (Canis lupus) aparecieron en Europa a finales de la primera mitad del Pleistoceno medio. Estos depredadores eran carnívoros resistentes y jerarquizados que competían con otras especies sociales que compartían una dieta similar: las hienas manchadas fósiles (Crocuta ssp.) y los humanos (Homo ssp.). El impacto del lobo en la formación/modificación de los conjuntos óseos del Pleistoceno es todavía difícil de caracterizar. En el sur de Francia, la especie es común a partir del MIS 8-7 y algunos yacimientos, principalmente kársticos, permiten abordar su paleoecología. Basándose en datos eco-etológicos y neotafonómicos, pero también en yacimientos pleistocenos recientemente estudiados, esta contribución propone una reflexión sobre los criterios que permiten describir a los lobos como ocupantes de cavidades (co-ocurrencia con otras especies identificadas, NISP y NMI de carnívoros y ungulados, consumo de huesos), en comparación con las principales especies osteófagas. Además, se elabora un inventario de las modificaciones antropogénicas, tanto dietéticas (marcas de corte) como simbólicas (arte parietal, arte mueble, ornamentos). Este estudio destaca que los lobos ocupan principalmente cuevas poco profundas, acumulando (?) o carroñeando huesos de ungulados de tamaño medio (cérvidos, cápridos). El consumo se centra en las extremidades de los huesos cortos (costillas, apófisis vertebrales) y en los huesos largos (epífisis) asociados a la presencia de huesos (moderadamente) digeridos.