Como campo académico emergente en los años 1970, los estudios de comunicación tuvieron que situarse frente a disciplinas de ciencias sociales más establecidas. También, tuvieron que valorar – y acompañar la aceptabilidad social de las tecnologías de la información y de la comunicación, un sector en perpetuo cambio. Eso, ya lo subrayaban Armand Mattelart e Yves Stourdzé en un informe de 1982 para el ministerio francés de la investigación y de la industria, cuando hablaban de las grandes transformaciones que afectaban los sistemas de comunicación en la educación, las empresas, las colectividades locales, el público y agitaban la escena internacional. El comentario es todavía actual, ya que el cambio tecnológico se aceleró con el desarrollo exponencial de las redes digitales y el dominio de los GAFAM, los cuales privatizaron partes enteras de la comunicación social y de los intercambios culturales También, en un clima neo-liberal e anti-intelectual, el sector de las ciencias humanas y sociales, al cual pertenecen los estudios de comunicación, soporta críticas de parte de los políticos como del ambiente empresarial que denuncian su inutilidad para la sociedad y privilegian una investigación aplicada financiada por proyectos y centrada en la solución de problemas políticos y sociales o a necesidades económicas. Frente a estas tendencias, se debe cuestionar el papel de las universidades como lugares de reflexión crítica y de producción desinteresada de conocimientos para pensar una investigación en comunicación capaz de ofrecer modelos globales de compresión de nuestro mundo.