Numerosos son los testimonios que confirman la existencia de vínculos que se establecen en le marco de la sociabilidad cotidiana y que manifiestan grados diferentes de formalización y de ritualización. Desde los intercambios cotidianos en las calles, plazas y mercados, a las reuniones en los despachos de bebidas y en el marco de las asociaciones, los habitantes de Buenos Aires participan a ese vasto comercio de relaciones sociales. El problema que queda por elucidar es la de la articulación entre estos vínculos de sociabilidad (que integran el tramado del barrio como espacio de vecindad) y el espacio urbano, particularmente a través de las formas de organización institucional que se materializan en las diferentes divisiones administrativas de la ciudad. Problema sobre el cual la historiografía urbana ha manifestado una gran indiferencia 1. En efecto, si las referencias a la existencia de « barrios » como unidades socio-espaciales no están ausentes en algunos trabajos sobre historia urbana, se trata en general de una categoría vacía de todo contenido espacial, y en general asimilada a una u otra de las divisiones administrativas que existen en la ciudad, evacuando el problema de la articulación entre espacio administrativo y espacio de interacción social. Por razones de espacio concentraré mi propósito en el interés que comporta esta cuestión para los estudios de historia política. Ello en particular teniendo en cuenta que la ley de elecciones de 1821 retoma el principio de la Constitución de Cádiz del voto por parroquia. En el caso de Buenos Aires, la articulación entre espacio administrativo -la parroquia es al mismo tiempo jurisdicción eclesiástica y distrito del juez de paz- y espacio político se hace evidente luego de la caída de Rosas, cuando vemos surgir los « clubes » que se organizan por parroquia y en que los nuevos liderazgos políticos parecen conjugarse con figuras de localidad. Este artículo explora estas articulaciones a partir de las relaciones de vecindad en la parroquia-barrio.